El running ha estado presente en mi vida desde mis años de colegio, convirtiéndose en una constante en cada etapa que he vivido. A lo largo del camino, junto con la natación y el ciclismo, correr ha sido mucho más que un deporte: ha sido una terapia, un espacio de encuentro personal y una forma de resiliencia que me ha salvado en múltiples ocasiones.

Corro por muchas razones. Corro por mi hijo, para darle ejemplo y motivación. Corro por el desafío de superarme cada día, por la disciplina y la satisfacción que trae cada meta alcanzada. Corro por salud, porque el movimiento me conecta con mi bienestar físico y mental.

Hoy, además, correr tiene un valor aún más especial: hacerlo por una causa con sentido, en nombre de los niños que más lo necesitan. Ese propósito convierte cada kilómetro en un acto de esperanza y compromiso, y cada paso en una oportunidad de aportar algo más grande que yo mismo.